jueves, 2 de agosto de 2012

de como una molécula le dijo que sí a otra y nació la vida.


no.
a mí no me preguntes por que yo no sé.
no sé como es que te abracen una noche de lluvia en verano.
no sé como se siente el tibio amanecer en el campo desierto de otro planeta.
no sé como suena aquello que nadie escucha.
no sé como reflexionar sobre aquello que todavía no me pasó.
puedo tener una opinión y aún así callarme para toda la eternidad, sin saber, ni siquiera, que es lo eterno y qué lo efímero.
el amor, quizá.
o la  pasión, más bien.
peor no saber-pensar, saber-reflexionar, volverse plexo solar y aun poder mirar al sol sin tener que poner unos anteojos de por medio.
la voracidad con la que mis dedos comen letras es la misma con la que mis labios absorben las imágenes de Dios.
digo, de vos.
ser: hombre omnipotente que todo lo ve, todo lo siente, todo lo quiere, todo lo entiende.
sublimidad y temor al odio, sinceridad, paz, fuga, enormidad constante y crecimiento aparente.
el que no se escondió, se miente.
Los parque infinitos que Cortázar planeó para nosotros se termina en cuanto se cierra el libro y se abre la ventana del amor entre sábanas que Benedetti construyó para nosotros.
todo para nosotros.
como si el egoísmo fuese la actitud de moda, en oda, por la tímida intención de morir sola.
Llevate la risa, llevate todo antes de que la nube de lluvia venga por mí.
Hacete cargo de mi sonrisa, pintala sin herirla, rodeala sin quemarla, mirala sin oírla y sentila sin besarla.
La sonrisa.
o quizá legumbres para la cena.

título: Lispector, C. "La hora de la estrella"

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