martes, 21 de agosto de 2012

lo lograste.

Lo hiciste una vez más, sin vergüenza. Lograste que mis muelas se llenen de caries, que mis lágrimas no sean de llanto patético (más bien de llanto simpático y por diversión a que me consueles), que los amaneceres sean más amanecibles o más despertadores a las seis y media de la mañana.
Llegaste con el aliento de la mañana a las ventanas de la luz. Te limpiaste los dientes y pasaste los pies dos veces por la alfombra para asegurarte que ese agua que te inundaba los dedos no sea desparramada de a poco por todo el cuarto.
Una mañana no es idéntica a la otra y es por eso que a veces que goteamos al despertar o nos movemos al bostezar. La presión de la sábana enredada en los pies es casi tan particular como pasear de la mano por miles de kilómetros sin darse cuenta de que la conexión está en los cuerpos, en las mentes, en los dientes, en los labios, en las almas y otra vez en los cuerpos.

- te amo tanto...
- quereme un poquito menos.
- no puedo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

pero de donde viene ese agua?
de la evaporación de todas las pasiones, fricciones, sudores,
ficciones, tormentas, canciones,
que suben y bajan mutando por el camino los caminos y volviendonos
de la mutacion silenciosa
a la revertante.


(Mutación silenciosa: cuando se produce un cambio en la secuencia de ADN pero no se observan cambios en el fenotipo.

Mutación revertante: mutantes que espontáneamente pierden el fenotipo de mutante y regresan al fenotipo silvestre. Una mutación que corrije la mutación)